Hospital de peluches: una iniciativa que lleva sonrisas a niños en situación vulnerable en Venezuela

Al menos 40 voluntarias de diversas profesiones unieron esfuerzos para dar una segunda oportunidad a peluches y juguetes usados, que tras ser sometidos a varios procedimientos, son entregados a niños en situación de pobreza. En cinco años han repartido unos 47.000 juguetes

Desde hace cinco años constantemente una casa de la capital venezolana se llena de montones de peluches y muñecas que un grupo de voluntarias lava, cose y remienda para luego entregarlos en buen estado a los niños y adultos más vulnerables del país.

Esa casa es la sede del Hospital de Peluches, una iniciativa que surgió para llevar un mensaje de “reciclaje, respeto y alegría”.

Lilian Gluck, directora y fundadora del Hospital de Peluches, asegura que todo niño en condición «vulnerable, educativa, económica, física o psicológica», merece un peluche o juguete en buen estado.

“El trabajo que se está haciendo es en función de que todo quede en perfectas condiciones para dignificar a todos los niños de nuestro país. El impacto es espectacular, los niños lo reciben con alegría”, afirma a la Voz de América.

Lo primero que hacen es clasificarlos. Muchos llegan en perfectas condiciones, pero otros requieren más trabajo.

Gluck explica que pueden recibir peluches sucios o con alguna pieza faltante (ojos, nariz y boca), pero obligatoriamente deben tener todos sus miembros, es decir, no pueden faltar brazos o piernas.

“Nosotros lo que hacemos es lavar, arreglar, poner ojos, nariz, boca. Pueden venir sin ropa, sucias, nosotros nos ocupamos de todo”, detalla.

Los juguetes, entre ellos también juegos de mesa, se entregan en escuelas, hospitales, casas de abrigo, calles y fundamentalmente a instituciones que contactan al Hospital de Peluches a través de sus redes sociales.

“La guía de ruta la establece la persona que institucionalmente nos escriba y con muchísimo gusto vamos y donamos”, precisa.

Acciones que llenan

El Hospital de Juguetes no solo alegra la vida de los más vulnerables, también las de sus voluntarias.

Para Judith Venaim, una mujer de 91 años que estuvo acostumbrada a trabajar toda su vida, participar como voluntaria es una manera de mantenerse “ocupada” y “distraída” mientras ayuda a otros.

“Me ha ayudado mucho porque a esta edad no hay trabajo, estoy acostumbrada a trabajar y necesito trabajar. Las muñecas me llenan, me ayudan, cada una tiene una personalidad. Yo sé cuándo una está brava y no le sale ni un peinado”, relata jocosamente mientras comenta que utiliza encajes y cintas para arreglarlas.

Venaim cuenta que ha sido testigo del momento en que los niños reciben los juguetes y narra el inmenso “aprecio” que manifiestan por ellos.

“Eso me ha llenado mucho. En mi casa vacié un cuarto y dije, esto es para los muñecos y trabajo con los muñecos, es una maravilla”, añade.

Aideth Jiménez también es voluntaria. Decidió aportar a la fundación sus conocimientos en bordado y costura al ver el “lindo” trabajo que llevan a cabo para los niños.

“Me encanta hacerles vestido a las muñecas, soy doctora de peluches, le hacemos la cadera, ojos, le colocamos cabello y eso me motiva, saber que un niño va a ser feliz”, sostiene.

Fuente: Aliado informativo Voz de América / Imágenes-Videos: Cortesía Voz de América.

#Venezuela #VozDeAmérica #SNNV #27Jun #VenprensaLaCostaInforma